martes, 28 de octubre de 2014

LA CULPA NO ES DE LAS MARGARITAS

                Seguiré aquí, sentada en el jardín arrancando margaritas de cinco pétalos, quitándoles la vida para preguntarles si me quieres o no. Está trucado, las de cinco siempre dicen que sí, y así, a lo mejor, el truco llegue a tu corazón y tú te olvides de que no me quieres, mientras tanto, yo seguiré aquí dejando el jardín sin margaritas de cinco pétalos y con un pequeño velo blanco que cubre el suelo, rastro de las margaritas deshojadas que me han engañado vilmente diciéndome que sí me quieres.

                Con estos pensamientos miro desolada como he dejado el jardín, la verdad es que he hecho un destrozo, tanto tiempo cuidando y encargándome de este jardín para en un momento de desolación llegar y atacar a las margaritas como si ellas tuvieran la culpa de que tú no me quieras. No, la culpa no es de las margaritas, pero tampoco tuya, ni de nadie, simplemente el destino ha decidido ponernos en el mismo camino pero con nuestros corazones dirigidos en direcciones diferentes, así que cueste lo que cueste tendré que aceptarlo.

                Ahora mismo la primavera me odia, la he roto, he destrozado su belleza buscando mi propio beneficio y logrando únicamente un manto de pétalos blancos que cubren una porción de suelo del jardín y que no queden más margaritas de cinco pétalos a mi alrededor, no, ya no, aunque no sea culpa suya, ya no podrán quejarse, ahora están ahí, sin vida, esperando a que una ráfaga de brisa las arrastre a otro lugar donde sean más apreciadas, pues aquí, ahora, solo son los restos de un sentimiento dolido por no ser compartido.

                ¿Qué hace alguien después de cargarse un jardín entero de margaritas? Es complicado, puede que los asesinos se pregunten lo mismo cuando le quitan la vida a una persona pues, aunque no sea lo mismo, yo le he quitado la vida a cientos de seres que estaban ahí, regalándome belleza y oxígeno en mi jardín sin hacer daño a nadie y yo he llegado y las he deshojado sin piedad, sabiendo que ninguna me daría la respuesta que buscaba, aunque todas me dijeran finalmente que si me quieres. Todas decían que sí, mentían, cruelmente, quizá por eso lo hice, no se lo podía permitir, no podían seguir viviendo tras soltar una mentira tan vil.

                El sonido del timbre me devuelve a la realidad, lo había olvidado, venías a buscarme...